martes, 6 de noviembre de 2007

Alegria de aprender

RECUPERA LA ALEGRÍA DE APRENDER
Autor: Rex Steven Sikes

Lo más lastimoso que existe es cuando la gente piensa que no hay nada nuevo que aprender. Siempre hay algo nuevo. Cada día es una singular y nueva oportunidad para aprender y tener diversión. Los niños aprenden una cantidad increíble porque están abiertos y no contaminados. Un niño puede jugar con una estaca (un palo) y disfrutarlo y todo el tiempo el niño está aprendiendo. Aprende a moverse y a coordinar sus movimientos. Un niño puede ver la misma película una y otra vez y aún estremecerse con delicia, aún temblar de miedo y reírse con ganas aunque sepa cuál es la escena que sigue. Los niños son máquinas de aprender y disponen de incontables horas de juego y diversión hasta que por supuesto, son entrenados para comportarse como jóvenes adultos, son confinados a pupitres y se les dice que se comporten de manera apropiada. Los adultos buscan la recompensa, los niños sencillamente aprenden por puro placer que el aprender les proporciona. Como adultos, necesitamos recuperar el sentido de diversión y aventura que tuvimos como niños, necesitamos reactivar un sentido de crecimiento y contribución.
El atleta busca lo mejor de si, el atleta se exige a si mismo y sobresale. Nadie queda más desilusionado que un atleta que se rinde sin hacer un mayor esfuerzo. Si un atleta puede buscar sobresalir, así deberíamos hacerlo los adultos. Deberíamos hacerlo por la recompensa que obtendríamos, pero necesitamos hacerlo de manera un poquito diferente, necesitamos hacerlo como los niños.
Date cuenta que hay estudios que indican que si tu lees una hora al día sobre tu especialidad, en un plazo de tres años serías un experto en tu campo, en cinco años serías un experto en todo el país y en diez años lo serías en el mundo. Convierte su vehículo en una universidad para escuchar cintas que promuevan el crecimiento y el bienestar. Escucha y aprende. El tiempo es el único suministro que tenemos que una vez que se ha ido, es demasiado tarde. Debemos tomar ventaja del tiempo e invertirlo en nosotros mismos.
Es de verdad triste cuando los practicantes de la PNL no tienen recursos o están cegados por creencias, reglas o prejuicios de adulto. Es estimulante cuando las personas llegan profundo dentro de si mismas y producen los resultados que ellas quieren y se deleitan ellas mismas y a otros.
Una idea puede cambiar al mundo entero. Necesitamos una mejor clase de pensadores, innovadores, gente más vigorosa, con curiosidad explosiva y creatividad. Gente enamorada de lo divertido, lo agradable, que pueda cambiar el mundo. La seriedad es realmente una enfermedad. Necesitamos risas espontáneas y estremecimientos y tomadores de riesgos. La exploración es el portal de la aventura. O como Oliver Wendall Holmes dijo "Una mente extendida para comprender una nueva idea, jamás vuelve a su tamaño original". Ama aprender, aprende sin una razón especial. Ama buscar.
Camina por algún lugar que acostumbres y hazlo como si fuera un lugar totalmente nuevo, haz como si fueras un antropólogo haciendo un estudio etnográfico, haciendo el saber elusivo y dudoso. Fíjate que te das cuenta de que antes no lo habías hecho. Hazte preguntas que podrías no haberte hecho nunca sobre cosas obvias. Intenta caminar y solo mirar, sin diálogo interno. Disminuye tu paso o tu velocidad para que notes lo que te habías perdido antes. Haz lo mismo cuando manejes camino a casa o cuando tomes un autobús. Ve si puedes abrir tu capacidad de observación para admitir que allí había más cosas de las que te habías dado cuenta. Aventúrate a nuevos reinos. Toma vías diferentes a ir al trabajo o para regresar a casa. Haz algo diferente solo por variedad. Puede ser incómodo al principio pero date cuenta que estás interrumpiendo patrones y exigiéndole a tu mente de manera exquisita. Regresa al pasado y disfruta de algún libro infantil que una vez leíste. Ve atrás y repasa las cosas de otras épocas.
Ve la misma película o una cinta de PNL una docena de veces y cada vez hazlo de una manera nueva, fresca, algo aprenderás. Cuando yo vivía en California y trabajé en el negocio de las películas, me gustaba ver la misma película cuatro, cinco, diez veces. Primero, simplemente la veía. Si me enganchaba emocionalmente, la consideraba buena, cautivante. Entonces regresaba a verla y le ponía atención a la manera en que el director construyó todo, la veía otra vez y me concentraba solo en el libreto, una vez más para observar la actuación y luego la cinematografía y después la producción. Cada vez salía con algo que no había notado antes.
Con nuevos intentos yo notaba nuevas cosas. Haciéndome preguntas diferentes, o haciendo que mi mente mirara en una nueva dirección, yo notaba más y más matices de los que me podría haber imaginado.
Piensa en de dos personas que van a ver la misma película. A una le encantó y a la otra le pareció muy mala y te dice que no vayas a verla. ¿Están estas personas hablando de la película? No, esas personas están compartiendo contigo aquello a lo que le pusieron atención. ¿Te están dejando saber cómo funcionan sus mentes? Información valiosa para el practicante de la PNL. No hay película que verdaderamente sea buena o mala, hay cosas que a uno le gustan y otras que quizás no. Por supuesto que mientras más sofisticado sea el conocimiento que uno tenga acerca de lo que está discutiendo, o mientras más matices haya, quizás sea mejor la evaluación, pero aún así continúa siendo una opinión. Por eso es que recuperar la alegría de aprender, leer, escuchar cintas grabadas, atender talleres y cursos, salir a caminar, jugar con niños, es tan vital, porque enriquece y capacita para poner atención a toda la gama de posibilidades. Sumérgete. Si aprendes cualquier nuevo concepto o idea que antes no tenías, eso puede ser monumental. Te puedes volver más creativo, puedes comenzar a abrir puertas que nunca hubieras sabido que existían.
Escucha el mismo CD una y otra vez, solo que cada vez ponle atención a un instrumento diferente, como se entremezclan, complementan, entre ellos, como se apoyan, que están logrando juntos. Intenta degustar tus alimentos de nuevas maneras. Toma bocados mínimos, saborea cada bocado, mastícalo treinta y dos veces. Descubre cómo puedes deleitar tus sentidos. Toma un baño con lujos, usa diferentes esencias, usa velas para alumbrar. Cualquier cosa que te anime y te haga sentir mejor. Lee una novela que no leerías, la biografía de alguien que nunca se te había ocurrido, quizás la de alguien que te desagrada, y toma su punto de vista temporalmente. Métete en sus zapatos y ve si te puedes imaginar como sería que tu mantuvieras puntos de vista contrarios a los tuyos. No tienes que mantenerlos, solo inténtalo para que logres una perspectiva diferente a la tuya.
Haz algo que definitivamente tu no harías (que no te cause daños físicos ni mentales y que sea legal), ve justo un poco más allá de tus propios límites. Presiónate a ti mismo, pero hazlo con sentido de aventura, alegría, diversión, armonía, salud y bienestar. Descubre si tratando algunas de esas cosas no podemos animarnos más a nosotros mismos a todas las oportunidades a nuestro alrededor, que nos podríamos estar perdiendo. Descubre si lo podemos hacer mejor en los negocios, hacer cambios más dinámicamente para nosotros y para nuestros clientes, condimenta tus relaciones con más pasión y éxtasis, ten más momentos de diversión con tus niños, comportándote como si tu fueras otro.
Divertirse amando a gente estimulante puede cambiar el mundo. Con tanto en las noticias que podría desestimularnos de ser faros, luces que brillen en la noche que muestren al resto del mundo que podemos estar más vivos, amar más, tener mayor bienestar y riqueza, usar el poder de nuestro cerebro más eficientemente y lo más importante, vivir alegremente. Quizás si todos fuéramos un poquito más alegres aún frente a la adversidad, haríamos del mundo un lugar mucho más maravilloso. Debido a que la verdad es ya un lugar muy maravilloso, sea lo que sea que tu hagas, trae ese espíritu a todo tu aprendizaje y todo tu empeño y llegarás tan alto como nunca antes. Lograrás alturas insospechadas cuando rompas viejos patrones y hábitos que te han impedido estar abierto a nuevas experiencias. Con demasiada frecuencia hemos nominalizado un aprendizaje o una experiencia con "Bueno, eso es justo X", o decimos "No hay nada nuevo en eso". Todavía cada momento es nuevo, aun una ropa vieja que regalo, es nueva para alguien, con frecuencia antigüedades inapreciables y muy raras son descubiertas por alguien que supo donde mirar, cuando otros la consideraron solo basura. Algunas veces, ciertas sutilezas o recubrimientos esconden el corazón de lo valioso y solamente a los ojos de un observador entrenado se podrá comenzar a notar lo que realmente está sucediendo o cuál es el valor real. Para el niño eso no importa, todo es maravilloso, aunque a nosotros nos parezca antiguo. Mi sobrino Michael, de apenas tres años, acaba de terminar de ver La Bella y la Bestia una vez al día, en ocasiones dos veces al día, ya que dispone del vídeo. Esto llega a las 500 - 700 ocasiones. El aún quiere verla y todavía disfruta cada vez que la ve.
Nota:
El contenido es Copywrite © 1999 por IDEA Seminars. Todos los derechos reservados.
Traducción hecha por Pedro Henríquez, con autorización expresa de IDEA Seminars.
Rex Sikes es el fundador e instructor principal de IDEA Seminars, instituto que dirige junto con su esposa Carolyn.
Si usted desea conocer más sobre IDEA Seminars, visite su página: http://www.idea-seminars.com

La soledad


Psicología

La soledad: ¿aprender a vivir solos o animarnos a buscar relaciones? Un mal de nuestro tiempo
Los psicólogos consideran que alguien está solo cuando no mantiene comunicación con otras personas o cuando percibe que sus relaciones sociales no son satisfactorias. Tres características definen la soledad: es el resultado de relaciones sociales deficientes, constituye una experiencia subjetiva ya que uno puede estar solo sin sentirse solo o sentirse solo cuando se halla en grupo; y, por último, resulta desagradable y puede llegar a generar angustia.
La soledad, salvo excepciones, es una experiencia indeseada similar a la depresión y la ansiedad. Es distinta del aislamiento social, y refleja una percepción del individuo respecto a su red de relaciones sociales, bien porque esta red es escasa o porque la relación es insatisfactoria o demasiado superficial. Se distingue dos tipos de soledad: la emocional, o ausencia de una relación intensa con otra persona que nos produzca satisfacción y seguridad, y la social, que supone la no pertenencia a un grupo que ayude al individuo a compartir intereses y preocupaciones. Parece, por otro lado, que la soledad está relacionada con la capacidad de las personas para manifestar sus sentimientos y opiniones.
Cuando nuestra habilidad para relacionarnos es deficiente, aumenta la probabilidad de que nos quedemos solos ya que las relaciones que mantenemos son menos entusiastas y empáticas. En general, las personas con problemas de neurosis se muestran convencidas de que no resultan amables ni dignas de ser apreciadas, y rechazan cualquier tipo de amigos potenciales con el objetivo de protegerse a sí mismos del posible rechazo. La soledad esta muy relacionada con la pérdida de relaciones con ese conjunto de personas significativas en la vida del individuo y con las que se interactúa de forma regular. La definición más común de soledad es la de carencia de compañía y que se tiende a vincularla con estados de tristeza, desamor y negatividad, obviando los beneficios que una soledad ocasional y deseada puede reportar.
La ausencia de un ser querido Cuando (por separación en la pareja, fallecimiento de un ser querido u otra causa) desaparece de nuestra vida alguien a quien hemos amado o que ocupaba un espacio estelar en nuestra cotidianeidad, nos invade una particular sensación de soledad, un vacío, una nada enmudecida que nos sume en la tristeza y la desesperanza. Hemos de sobrellevar la dolorosa percepción de horfandad, de ausencia de una persona insustituible. Nos vemos perdidos y sin referencias en las que antes nos apoyábamos para afrontar la vida.
Somos seres sociales que necesitamos de los demás para hacernos a nosotros mismos. Y no sólo para cubrir nuestras necesidades de afecto y desarrollo personal, sino también para afianzar y revalidar nuestra autoestima, ya que ésta se genera cada día en la interrelación con las personas que nos rodean.
La pérdida es irreemplazable pero no debe ser irreparable. Ese hueco o, mejor, su silueta, quedará ahí pero si nos permitimos sentir la tristeza y nos proponemos superarla a base de confianza en nosotros mismos, podremos reunir fuerzas para establecer nuevas relaciones que cubran al menos parcialmente ese déficit de amor que la ausencia del ser querido ha causado. Hemos de intentar que la carencia de esa persona no se convierta en una carencia general de relaciones. Esta soledad es dolorosa, pero puede convertirse en positiva si la interpretamos como oportunidad para aprender a vivir el dolor sin quedarnos bloqueados. Y para generar recursos y habilidades para continuar transitando satisfactoriamente por la vida. Debemos interiorizar y controlar el dolor, sabiéndolo parte inherente a la vida, aprendiendo a no temerlo y a no mantenernos al margen del sufrimiento como si de una debilidad o incapacidad se tratara. Quien sabe salir del dolor está preparado para disfrutarla la plenitud en momentos venideros.
La soledad social La de quien apenas habla más que con su familia, sus compañeros de trabajo y sus vecinos es una soledad muy común en este mundo nuestro. Nos sentimos incapaces de contactar con un mínimo de confianza con quienes nos rodean, tememos miedo que nos hagan o nos rechacen. Plantamos un muro a nuestro alrededor, nos encerramos en nuestra pequeña célula (en ocasiones, incluso unipersonal) y vivimos el vacío que nosotros mismos creamos y que justificamos con planteamientos como "no me entienden", "la gente sólo quiere hacerte daño", "para lo único que les interesas es para sacarte algo", "cada vez que confías en alguien, te llevas una puñalada". Si la soledad es deseada nada hay que objetar, aunque la situación entraña peligro: el ser humano es social por naturaleza y una red de amigos con la que compartir aficiones, preocupaciones y anhelos es un cimiento difícilmente sustituible para asentar una vida feliz. Es una meta difícil y las estructuras y hábitos sociales de nuestra civilización frenan este empeño de hacer y mantener amistades, pero merece la pena empeñar lo mejor de nosotros en el intento.
Esa soledad no deseada puede convertirse en angustia, si bien algunos se acostumbran a vivir solos. Se revestirá esta actitud de una apariencia de fortaleza, autosuficiencia, agresividad o timidez. Y todo, para esconder la inseguridad y el miedo a que no se nos quiera o no se nos respete.
Hay también otras soledades indeseadas, como esas a las que se ven abocadas personas mayores, amas de casa, o quienes muestran una orientación sexual no convencional, o quienes sufren ciertas enfermedades, incapacidades físicas o psicológicas o imperfecciones estéticas.
Un estado transitorio, nada más La soledad es una situación que hemos de aspirar a convertir en transitoria y que conviene percibir como no forzosamente traumática. Podemos mutarla en momento de reflexión, de conocernos a fondo y de encontrarnos sinceramente con nuestra propia identidad. Hay un tiempo para comunicarnos con los demás y otro (que necesita de la soledad) para establecer contacto con lo más profundo de nosotros mismos. Hemos de "hablar" con nuestros miedos, no podemos ignorarlos ni quedarnos bloqueados por ellos. Es conveniente que, en ocasiones, optemos por la soledad. En suma, equilibremos los momentos en que nos expresamos y atendemos a otros, y los que dedicamos a pensar, en soledad, en nuestras propias cosas.
Vencer la soledad no deseada: unos pasos útiles 1) Diagnóstico: qué tipo de soledad es la que estamos sufriendo y a qué circunstancias se debe.
2) Conocernos bien. Dejemos a un lado el miedo a mirar dentro de nosotros, y afrontemos la necesidad de saber cómo somos: nuestras ilusiones y ambiciones, limitaciones y miedos, quién quiero ser, cómo me ven, cómo me veo...
3) Fuera la timidez. Tomemos la iniciativa para conseguir nuevas relaciones. Establezcamos qué personas nos interesan, y elaboremos una estrategia para contactar con ellas.
4) No hay nada que perder. El miedo al rechazo es un freno para entablar nuevas amistades o amores. El objetivo es importante, no nos andemos con remilgos.
5) Sin victimismos. El mundo resulta en ocasiones cruel, vulgar y materialista, de acuerdo. Pero seguro que hay otras personas que pueden estar deseando conocer a alguien como nosotros.
6) Encerrarnos en nosotros mismos es reconocer la derrota. A la mayorìa la soledad nos hace daño, y nos sienta mejor tener con quién hablar, intimar y a quién querer.
7) No somos tan raros como a veces pensamos. No hay más que hablar en profundidad y confianza con cualquier persona para comprobarlo. Podemos "llenar" a más gente de la que creemos y nos pueden resultar atractivas muchas personas que tenemos muy cerca.

Alguien muy especial

Alguien muy especial
MANUEL CRUZ
"Me asquea no tener el valor de no ser nadie en absoluto". J. D. Salinger, Franny y Zoey.
Entre los méritos más destacados de las llamadas revistas del corazón figura el de ser capaces de producir un tipo de famosos muy característico. Son esos famosos de los que se acostumbra a desconocer el motivo real de su fama, al margen del hecho mismo de aparecer en esos medios. Para encontrar el motivo de la primera aparición (que es la que, si acaso, necesitaría ser explicada), hay que remontarse muy atrás, hasta algún lejano matrimonio anterior, un familiar de primer o de segundo grado, una amistad juvenil o cualquier otra contingencia de parecido estilo. Hace pocas semanas entrevistaban en un programa de televisión dedicado a tales asuntos a uno de estos personajes. Era una mujer de mediana edad que llevaba a sus espaldas un número no despreciable de matrimonios y uniones sentimentales (por aceptar el eufemismo al uso). Parecía evidente que su notoriedad actual le venía de ahí, puesto que el argumento de la conversación era precisamente la evocación de sus sucesivas parejas.
Lo que en principio me llamó la atención -deformación profesional, sin duda- fue un aspecto puramente formal. Ante la recurrente pregunta "¿qué ha significado en tu vida... ?", las respuestas de la mujer -que desde luego no terminaba de manejar muy bien el tempo de la entrevista- iban perdiendo fuelle ostentosamente: "Fue mi primer amor", "me hizo conocer la auténtica pasión", "mantenemos una buena amistad: a fin de cuentas, es el padre de mis hijos", "me ayudó en unos momentos muy difíciles para mí", "tiene mucho sentido del humor", etcétera. Mientras la escuchaba, constatando que la relación comenzaba a hacerse larga, pensé que había empezado demasiado fuerte -había echado el resto a las primeras de cambio- y que, conforme se acercara al presente, empezaría a tener serios problemas para mantener el énfasis retórico inicial.
En efecto, cuando llegó el momento de valorar la importancia que para ella tenía su pareja actual, la cosa se le puso complicada. Doblemente complicada, en realidad. De una parte, ya había utilizado los argumentos más sonoros. De otra -según pude deducir de los malévolos comentarios que había hecho una voz en off al principio de la entrevista-, su compañero de ahora parecía un tipo poco elogiable, sin oficio ni beneficio conocidos. (Probablemente, un hermeneuta más experimentado que yo en estos temas opinaría que lo que el individuo en cuestión estaba pretendiendo obtener con el emparejamiento era la legitimación inicial para incorporarse de pleno derecho a esa peculiar noria de la fama a la que me refería al principio, pero el acierto o desacierto de esa interpretación no afecta a lo que ahora pretendo plantear).
La cuestión es que, tras largas vacilaciones y titubeos, a la entrevistada, por fin, le cambió la expresión de la cara. Perdió el gesto de profunda concentración que durante demasiados segundos le había embargado y se distendió, ya relajada. Era evidente que había dado con la idea y que eso le hacía sentir al mismo tiempo aliviada y satisfecha. "¿Que qué significa para mí ?", repitió. "Pues, mira, te lo voy a decir con pocas palabras: es alguien muy especial". Confieso que la frase me dejó estupefacto. No conseguía entender qué podía significar, razonablemente, tal enunciado. Si, pongamos por caso, intentaba establecer la diferencia con las valoraciones precedentes, no alcanzaba yo a percibir por dónde pasaba la línea de demarcación. ¿Quería decir aquella mujer que sus anteriores parejas no eran especiales? ¿O tal vez que ésta era más especial que las anteriores? Pero, si ésa fuera la respuesta correcta, entonces de ella se desprende, inexorable, la siguiente pregunta: ¿y qué demonios podría significar que alguien es más especial que otro?
Como no encontraba la forma de salir del estupor en el que yo mismo me había metido con tan inapropiados interrogantes, opté, como de costumbre, por la traducción. Di en pensar que, con ese lenguaje tan vacío como engolado, lo que pretendía la famosa en cuestión era atribuir a su último compañero alguna variante de lo que los filósofos o los historiadores prefieren llamar irrepetibilidad. Vano empeño, ciertamente. Ella no se daba cuenta de que la dificultad con la que se estaba topando no tenía que ver con su torpeza para acertar con las palabras precisas, sino que era, en el fondo, una dificultad casi metafísica: quería atribuirle a aquel individuo un rasgo imposible, autocontradictorio. Todos somos repetibles e irrepetibles, al mismo tiempo y sin remedio. No hay soluciones mágicas ni manera de ponerse a salvo de lo común para elevarse a los cielos de la excepción absoluta.
Días más tarde tropecé en este mismo periódico con un anuncio que -pensé- tal vez ofrecía la formulación adecuada y contundente de esta cuestión. Correspondía a una cadena catalana de emisoras de radio y utilizaba como lema de su campaña una frase sin duda feliz: somos singulares porque somos plurales. Lo que probablemente sea como decir que todos estamos hechos de los mismos materiales, diseñados de manera extremadamente parecida: lo único que cambia de uno a otro es, como hubiera dicho Henry James, el casi imperceptible dibujo de la alfombra. No hay pretensión más generalizada que la de querer ser diferente, ni, en consecuencia, base más frágil sobre la que establecer una relación personal que buscar en el otro una tal especificidad. El protagonista de American Beauty lo formula con amarga lucidez cuando, en el transcurso de un cóctel, su interlocutor se excusa por no haberlo reconocido. "No se preocupe, yo tampoco me recordaría", le responde con una sonrisa. Análogamente, si la entrevistada que dio pie a esta modesta reflexión hubiera sido capaz de decirse a sí misma "lo que más me gusta de él es su perfecta, absoluta, vulgaridad" (lo cual, por otra parte, era el caso), quizá no se hubiera sentido mejor, pero se habría colocado, seguro, en el buen camino. Que no conduce a la felicidad, pero por lo menos aleja del engaño.
Manuel Cruz es catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona.

Los nuevos adultos


Los nuevos adultos
El escritor Walter Kirn, cuya obra se titula 'Thumbsucker: a novel' (Chupadedos: una novela), analiza en este artículo el fin de la adolescencia tal como la conocíamos. Internet ha abierto un campo totalmente nuevo, de grandes posibilidades, para los quinceañeros: de ahí a las presiones por el éxito no hay más que un paso.
WALTER KIRN (TIME) Conforme los adolescentes crecen más rápido, puede que esa edad de despreocupación conocida como adolescencia acabe siendo solamente un recuerdo. De todos los grandes inventos de después de la Segunda Guerra Mundial -la televisión, el rock and roll, Internet- probablemente el mayor y más influyente sea el adolescente estadounidense. Aunque EEUU siempre ha tenido adolescentes (es decir, seres humanos de edades comprendidas entre 12 y 18 años), hasta los últimos 50 o 60 años no ha habido miles de millones de individuos a medio madurar y viviendo en una zona de amortiguación del desarrollo, comprendida en algún punto entre la inocencia infantil y la experiencia adulta.
Esta cultura adolescente de canciones pop, coches y pomadas contra el acné, de bailes, de pagas y fiestas hasta el amanecer, sigue siendo desconocida en los países menos desarrollados. Y también se desconocía en Estados Unidos hasta la llegada de la reforma de las leyes en materia de trabajo infantil de los años treinta, hasta la propagación de las zonas residenciales en los años cuarenta, y hasta el auge de la mercadotecnia orientada a los jóvenes en los años cincuenta. A principios del siglo XX, los adolescentes eran agricultores, aprendices, estudiantes y soldados -puede que incluso maridos o esposas- pero no adolescentes.
Engendrados por una mezcla de prosperidad y política, los adolescentes son un moderno producto de lujo. La pregunta para el nuevo siglo es: ¿cuánto tiempo más seguirán existiendo los adolescentes, al menos en la forma que James Dean hizo famosa? En mi opinión, veinte años a lo sumo. Los adolescentes, según la definición clásica, se están extinguiendo, o al menos están cambiando para convertirse en algo distinto. La zona de amortiguación que una vez poblaron se está acercando a la extinción por dos motivos: los niños crecen más rápido que nunca y los adultos crecen más lentamente.
Veamos algunos datos aleatorios. En la década de 1800, según nos cuentan los historiadores sociales, una chica media empezaba a menstruar a los 15 años; ahora la edad media son los 12. Según un reciente estudio nacional, el 63% de los adolescentes afirmaron haber utilizado un ordenador durante los 30 días anteriores a la encuesta. (En los adultos de 50 años o más, la cifra sólo ascendía al 20%). No hace mucho tiempo que yo, un individuo de 37 años, sufrí una avería del acceso a Internet que fue reparada por un técnico de 16 años, que cobra 9.250 pesetas por hora de trabajo, y que compra y vende acciones por Internet en su tiempo libre. Cuando yo tenía 16 años, trabajaba en una gasolinera para ganar algo y pensaba que los corredores de Bolsa vivían en Nueva York).
Un adolescente con dinero propio -dinero de verdad, no caridad paterna- no es en forma alguna un adolescente, sino un madrugador capitalista dispuesto a que Dios le ayude. Esta verdad es la que subyace tras los anuncios de corredores de Bolsa en Internet, en los que unos jovencitos con barba de chivo y coleta asesoran sobre inversiones a unos jefes con calva, o aterrizan en helicópteros privados en el jardín trasero de la casa paternal. ¿Exageraciones? Ya quisieran los cuarentones. Desde luego, no es exagerado cuando los multimillonarios de la tecnología, como Jerry Yang, de Yahoo (que tiene 31 años y vale más de 555.000 millones de pesetas), han demostrado que el intervalo tradicional que transcurre entre la primera vez que un chico se afeita y su primer millón no tiene por qué ser largo. En empresas de alta tecnología, la gente se retira a los pocos años de haber dado el primer sorbo legal de alcohol. Pronto se retirarán antes de tener edad para sacarse el carnet de conducir. No obstante, esto no supondrá ningún problema para ellos, dado que podrán tener chófer.
El derecho a ser económicamente improductivo hasta el día después de su licenciatura -enmienda número uno a la constitución adolescente- parecerá pintoresco, por no decir una locura, en unos pocos años. En los años cincuenta no se esperaba que los chicos de 14 años supieran cómo usar los tornos, aunque algún día acabaran trabajando para General Motors. Pero ahora, los 14 años es una edad bastante tardía para empezar a aprovechar el ciberespacio y conseguir un buen empleo en Oracle. Esta tendencia continuará, e incluso se acelerará, cuando tanto los padres como los hijos vean las ventajas de perfeccionar el cambio a una edad temprana, cuando los seres humanos son más adaptables, en lugar de cuando cumplen los 20, edad en la que podrían ya estar pasados de rosca. Y esto se debe fomentar en interés del Estado, dado que una solución para alimentar a una población plagada de retirados es poner a trabajar a los jóvenes.
La siguiente distinción que desaparecerá será social. Una cosa que solía convertir a los adolescentes en adolescentes era posponer las responsabilidades familiares, pero hoy en día, las posponen incluso los hombres y mujeres de 30 y 40 años, incluso permanentemente. Llegar a la edad adulta se está convirtiendo en un proceso que dura toda la vida. La adolescencia como preparación para la vida carece de sentido cuando la vida que se prepara es tan parecida a la que uno ya vive. Entretanto, los adolescentes están descubriendo que existen formas médicas de escapar a la parte más dura de crecer. ¿Por qué sufrir una crisis existencial si uno se puede enganchar al Prozac? Si se mantienen las actuales tendencias de la psiquiatría, no habrá ningún fármaco ni diagnóstico que padres e hijos no puedan compartir. Pero un adolescente que toma Prozac no es un adolescente; es un deprimido que estudia para sacarse el carné de conducir. (Cuando se empiece a recetar Viagra a quinceañeros que sean tímidos, la adolescencia habrá muerto).
Preveo un tiempo en que la gente se recuperará a los 13 años y escribirá memorias sobre su lucha, que batirán récords de ventas antes de haberse examinado de selectividad. Prepárense para contemplar a un montón de vejestorios precoces llenando los programas de debate con dolorosas reminiscencias de su brusca caída en la adicción después de que, durante los meses previos a su Bar Mitzvah, su recién constituida empresa de Internet perdiera la mitad de su cuota de mercado por un alza imprevista de los tipos de interés.
Los años de adolescencia, según se definían antiguamente, eran el momento en que la gente podía escaquearse de todo, cometer errores sin tener realmente que pagar por ello. El sistema legal ha cambiado todo eso, al procesar a los niños como adultos en delitos graves. Y los adolescentes han contribuido a que así sea, cometiendo multitud de delitos, o al menos cometiendo muchos delitos terribles. Sin embargo, en el futuro, incluso las infracciones menores, que antes se consideraban chiquilladas, provocarán severas acciones. En 1999, pelearse en un partido de fútbol podía tener como consecuencia la expulsión del chaval del colegio durante años; en el año 2025, tirar bolitas de papel podría costarle la vida. A medida que los correccionales sustituyen a los centros de detención, no será sorprendente encontrar una generación de chavalines demasiado asustados como para masticar chicle. De hecho, las estadísticas reflejan que la delincuencia juvenil ya está decayendo, cosa que no sorprende.
¿Qué aspecto tendrá un mundo sin adolescentes? Pues el mismo que el mundo adulto de la actualidad. Los adolescentes sentirán las mismas presiones que sus padres: conseguir el éxito económico, cuidar su salud, mantenerse en el lado bueno de la sociedad. Los adolescentes combatirán esas presiones usando las técnicas tradicionales de sus mayores: gastar dinero, tomar medicinas, contratar el asesoramiento de profesionales... Los años de despreocupación se convertirán en los años de prudencia. Así solía ser en el siglo XIX, y así será de nuevo en el siglo XXI. La era de James Dean, el Ford Mustang y la imaginación parecerán, en retrospectiva, lo que eran: unas vacaciones veraniegas para escapar de la larga historia humana.