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lunes, 31 de marzo de 2014

Temperamento y libertad de acción




El temperamento es, pues, prácticamente inalterable. No se puede pasar de un temperamento a otro a no ser que exista a la vez una modificación fisiológica, lo cual ocurre, por ejemplo, en el caso de ciertas enfermedades endocrinas. Así, en los trastornos alternantes del tiroides, vemos que cuando la actividad de dicha glándula aumenta se incrementa el consumo de energía, se eleva el metabolismo, la persona quema mayor cantidad de grasas y entonces observamos que la persona tiende a ser más excitable, más nerviosa, no puede dormir bien, su reactividad psíquica general es más rápida, ligera y superficial. Sin embargo, cuando por una razón u otra el tiroides trabaja de un modo más lento, el consumo de grasas disminuye, la persona empieza a engordar y pasa a ser más calmosa, tranquila, paciente, y con mejor humor. Paralelamente al cambio fisiológico aparece siempre el correspondiente cambio de reacción temperamental.
Llegados a este punto, muchas personas nos han planteado la siguiente pregunta: «Si el temperamento es invariable y si él es la causa de mis reacciones, ¿entonces no puedo hacer nada para librarme de mis rasgos negativos, para cambiar mi manera de ser, y he de estar condenado a vivir siempre como una máquina automática, sujeto a los impulsos más o menos negativos que surjan de mi estructura temperamental?». A esto debemos contestar lo siguiente: En primer lugar, el temperamento sólo da tendencias primarias de tipo muy general, que son susceptibles de adoptar múltiples formas en el mundo concreto de la vida práctica; por lo tanto, muchas cosas que se achacan al temperamento no son tales, sino que son productos de reacciones adquiridas en el curso de la vida y que no han sabido controlarse debidamente. Por lo menos en toda persona sana, todas las reacciones de origen temperamental son básicamente positivas, puesto que se derivan de estructuras fisiológicas sanas, y, dentro de la gama de posibilidades que encierra cada tendencia temperamental, es función del propio individuo procurar, mediante un tono de vida elevado, que se manifiesten aquéllas que están más en consonancia con los valores superiores que ha elegido. Y, por otra parte, dado que el temperamento está en la base de nuestros procesos psíquicos, sus tendencias se manifestarán ya en nosotros en la misma forma de valorar las cosas, de modo que, si nos dejamos guiar por nuestras resonancias profundas, no podremos valorar como positivas para nosotros cosas que no estén dentro de nuestra línea natural de desarrollo. Así es que resulta completamente artificial el problema de quien querría tener otro temperamento. Una de dos: o toma como pertenecientes al temperamento rasgos caracterológicos que han sido sobreañadidos al mismo, o está actuando en función de unos valores puramente externos que quiere imitar o adquirir artificiosamente, ya que «no puede» quererlos de un modo auténtico, espontáneo, natural.
El temperamento nos da una línea básica de acción, un estilo natural de reacción que es susceptible de ser desarrollado hasta sus más altas posibilidades, de modo que se convierta en una firme base del edificio positivo de nuestra personalidad.

Constitución, temperamento y carácter




La tendencia natural a sentir y a reaccionar en una dirección determinada, está estrechamente relacionada con la constitución física. Cada estructura biológica tiende hacia un estilo preferente de acción y de reacción –por ejemplo, el aparato locomotor hacia el movimiento y el esfuerzo, el sistema nervioso hacia la sensibilidad y la habilidad, etc.–. Al conjunto de estas tendencias activas y reactivas que son consecuencia de una determinada contextura del cuerpo, se le denomina temperamento.
No hay que confundir estos rasgos psicológicos con lo que es el carácter. El temperamento es la vertiente psicológica de la constitución física y viene a ser también el armazón o elemento primario del carácter. Carácter es el modo peculiar de ser de cada persona y gracias al cual se distingue de todas las demás. Es la resultante del temperamento, del ambiente, de la educación, de las experiencias vividas, de la madurez interior, etcétera. Temperamento es la conducta en lo que depende de la constitución. Está enraizado en lo biológico y por lo tanto no puede cambiar, a no ser que cambie también el funcionamiento del cuerpo. El carácter, en cambio, por ser la resultante de todos los factores que actúan con fuerza sobre nuestro psiquismo, está cambiando constantemente, siempre está en evolución.