Si consideramos al hombre constituido por
varios estratos, capas o niveles estructurales, siguiendo un criterio
cualitativo–evolutivo y aislándolos artificialmente unos de otros al objeto de
su mejor estudio, podemos diferenciar con bastante claridad la existencia (le
siete de ellos. Estos niveles, considerados tanto en su aspecto de estructura
como de función, son los siguientes:
1.
Cuerpo u organismo físico.
2.
Nivel instintivo–vital.
3.
Nivel afectivo–emocional.
4.
Nivel mental personal.
5.
Nivel mental superior.
6.
Nivel afectivo superior.
7.
Voluntad espiritual.
1. Cuerpo físico
Es el conjunto de estructuras físicas a través
de las cuales el individuo vive el aspecto físico–material de la existencia. Su
estructura general es la constitución, base del temperamento que estudiaremos
en una próxima sección.
2. Nivel instintivo–vital
Es el que promueve en el organismo todos los
dinamismos fisiológicos propios de la conservación y de la reproducción
material del individuo. Es la sede de las tendencias, sensaciones y deseos de
base biológica: movimiento, placer, dolor, hambre, sed, fatiga, sueño, impulso
sexual, etc.
Este nivel constituye una de la principales
fuentes de energía de nuestra personalidad y su acción energética no se limita
meramente a las funciones biológicas, sino que gracias a la interrelación de la
que hemos hablado antes, se extiende hacia los dos niveles superiores que le
siguen.
3. Nivel afectivo emocional
Es el que nos hace reaccionar internamente
aceptando o rechazando determinadas percepciones que aparecen en el campo de la
conciencia. Esto es, el que nos hace sentir agrado o desagrado ante las
personas, cosas, situaciones y estados (o ante las representaciones de
cualquiera de ellas), según aparezcan ante nosotros como buenas y deseables o
como malas e indeseables para la reafirmación o para la expansión individual de
la persona. Es la sede de las emociones, sentimientos y afectos centrados
directa o indirectamente alrededor del yo personal.
Si bien el nivel instintivo–vital tiene
también la capacidad de aceptar o rechazar determinadas cosas, éstas se
referirán siempre, en dicho nivel instintivo, a objetos o situaciones
relacionadas con el placer y bienestar físico–biológico, mientras que en el
nivel afectivo–emocional esta atracción o repulsión –amor, odio– surge como
reacción de un yo individual ante cualquier realidad –persona, idea u objeto
personalizado–que de un modo u otro tienda a afirmar o negar los valores de
este yo individual.
En este nivel es en el que se experimentan la
mayoría de los estados negativos: miedo, angustia, timidez, celos, ira,
impaciencia, etc., y también se manifiesta el amor propio, el orgullo, la vanidad,
etc.
4. Nivel mental personal
Lo constituye un extenso sector de la mente,
sede de la conciencia típicamente humana, gracias a la cual el individuo puede
conocer el mundo interno y externo que le atañe como ser individual, y elabora
respuestas inteligentes ante toda clase de estímulos y situaciones. Con este
nivel el hombre percibe, conoce, piensa, juzga y decide. Es el nivel
coordinador y rector de los niveles mencionados anteriormente. Es el que dirige
la actividad del hombre en el triple mundo físico–afectivo–mental en el que se
desenvuelve en tanto que unidad aislada de los demás seres.
De entre los múltiples contenidos de este
nivel, conviene distinguir claramente por su importancia las siguientes
sub–estructuras:
a) El equipo receptivo, encargado de la
recepción de los estímulos procedentes de todos los niveles: sensorial o
percepción del mundo físico, cenestésico o vital, estados de ánimo y
sentimientos, actividad mental o mente reflexiva, y niveles superiores.
b) El equipo evocativo: memoria en todas sus
formas, e imaginación activa y pasiva.
c) El equipo productivo: ideación o formación
de conceptos, comparación o raciocinio, juicio y decisión.
d) El foco activo de la mente,
conciencia–atención.
e) La idea de sí mismo o imagen del Yo.
f) Los planos elementales profundos
constituidos por el inconsciente.
Las tres sub–estructuras a), b) y c) y sus
funciones son suficientementes conocidas para que tengamos que dar aquí más
detalles. De las otras tres trataremos ampliamente más adelante en el transcurso
de nuestra exposición.
Una de las características más importantes
para nuestro estudio que presenta este nivel es que la mente tiene dos modos de
funcionar:
1º. Uno completamente objetivo, imparcial,
limitándose a registrar las percepciones y elaborar respuestas de un cuadro que
podríamos decir frío, sereno, como se soluciona un problema matemático,
ateniéndose tan sólo al valor de los datos objetivos. Esta es una actitud no
muy frecuente, pues la que predomina de ordinario en el hombre corriente es la
que sigue.
2º. En función de la idea de sí mismo o imagen
del Yo, la cual, según veremos en su lugar, está dinamizada por gran cantidad
de deseos y de temores. Por ello, todos los procesos mentales que tienen lugar
con este funcionamiento adol1ecen necesariamente de una gran tendenciosidad y
limitación.
El propio sujeto raramente se da cuenta del
cambio de la actitud mental serena y objetiva a la del pensamiento
ego–centrado. Esto da lugar, como es lógico, a gran confusión en muchas de sus
ideas y convierte en estériles sus esfuerzos por ver claro en ciertas
situaciones personales y en muchos problemas especulativos impidiéndole salir
de los círculos viciosos de pensamiento dentro de los que con excesiva
frecuencia queda encerrado.
En resumen, este nivel mental puede actuar
tanto de un modo auténticamente objetivo percibiendo y elaborando
intelectualmente los datos registrados sin la menor participación tendenciosa
en el juicio de sus niveles vegetativo y emocional, como también puede hacerlo
– y así ocurre casi habitualmente– con la interferencia de dichos niveles
subjetivos de un modo más o menos consciente, con lo cual todo el proceso
intelectivo adopta una forma tendenciosa puesto que queda centrado alrededor de
determinadas motivaciones e intereses personales del Yo individual.
5. Nivel mental superior
A partir de este nivel entramos ya en las
regiones más elevadas del ser humano. Este nivel, si bien forma una unidad con
el que acabamos de citar, tiene unas características propias gracias a las
cuales su campo de acción se eleva y se extiende por encima y más allá del
nivel mental concreto. En el presente nivel el hombre puede contactar un mundo
de realidades y de valores que trasciende el sentido meramente individual, en
contraste con el nivel mental personal, cuya finalidad está centrada
principalmente en el Yo en sus relaciones de tipo horizontal con el mundo que
le rodea y en la integración de los niveles más elementales de su personalidad.
El nivel mental superior es la sede del
pensamiento abstracto, de la intuición metafísica, del intelecto creador; del
conocimiento en función de la sociedad, del grupo, del equipo, de la comunidad.
En el acto intelectivo deja de ser el individuo el punto central de referencia
y en su lugar pasa a serlo la unidad mayor, que en cierta forma incluye al
individuo pero que al mismo tiempo lo trasciende.
En el nivel mental personal el protagonista es
el Yo personal. En el superior, el protagonista es la Verdad impersonal.
6. Nivel afectivo superior
Es la contraparte supra–personal del nivel
emocional–afectivo que hemos citado en tercer lugar. Aquí, el centro del afecto
se desplaza del Yo individual a otro foco exterior o superior que también, a
semejanza del nivel mental superior, incluye en cierta forma tanto al propio Yo
como a los demás pero que al mismo tiempo los trasciende. En su manifestación
horizontal, es el sentido de la abnegación, la capacidad de entregarse, de
identificar–se de un modo estable con la realidad y con el modo de sentir de
los demás; es el amor auténticamente superior, esto es, centrado en el otro,
buscando su solo bien de un modo habitual, espontáneo y gratuito. En su
manifestación vertical, es la intuición estética, el sentimiento de la Belleza
y de la Bondad; es el sentimiento de lo sagrado, de la divinidad, del verdadero
amor a Dios.
En el nivel afectivo personal existía el
sentimiento del Yo que se dirigía hacia el mismo Yo pasando a través de los
demás: el protagonista era el Yo. Aquí, en este nivel superior, es el
sentimiento de participación, de comunidad con el ser y el existir del otro, de
los demás: el protagonista es el Amor.
7. Nivel de la voluntad espiritual
Es la sede de la voluntad auténticamente
espiritual, verdadero centro y cúspide del hombre, su verdadera realidad, su
verdadero Yo. Aunque los dos niveles que hemos mencionado últimamente
participan también de esta naturaleza espiritual, es aquí donde brilla con
mayor fuerza su naturaleza superior. Es la fuente de la energía espiritual que
vitaliza y polariza, cuando el camino está expedito, todos los demás niveles
hacia arriba, hacia lo sutil, en contraposición con la inercia de la materia
que tiende siempre hacia abajo, hacia lo denso.
La voluntad en las motivaciones ego–centradas
tiene su origen en la energía vital. En este nivel superior, la voluntad tiene
su origen en el polo opuesto: el espíritu, y siempre posee un carácter creador,
renovador, que estimula todas las funciones superiores del hombre.