lunes, 9 de marzo de 2009

Aprenda a decir no

Aprenda a decir no, por Oscar Alberto Manzano

¿Es usted de esas personas que no saben decir no? Si lo piensa, se dará cuenta de que la mayoría de las veces ni siquiera era algo que iba con usted. Sin embargo, parece que siempre le toca “cargar con el muerto”, como suele decirse vulgarmente.


“Por favor ayúdanos a prepararlo, que eres quien mejor lo hace”, “es que eres tan bueno en esos temas que necesitamos tu ayuda”, “ya verás lo bien que lo pasarás, realmente es lo que necesitas en estos momento para desconectar un poco”, “es una buena oportunidad para ti, ya verás cómo te trae un gran beneficio”, etc.

Si está usted más que acostumbrado a este tipo de solicitudes sin ser capaz de decir no, pertenece al grupo de personas al que me estoy refiriendo. Son aquellas a las que las solicitudes se van sucediendo una detrás de otra sin descanso.

Lo que este tipo de costumbres conlleva es que ya en muchos casos ni siquiera será una petición, sino que más bien asumirán que usted se va a hacer cargo, desentendiéndose ellos de la responsabilidad.

Sí que es cierto que hay que tener disponibilidad ante las cosas y arrimar el hombro, tanto en el trabajo, la familia, amigos, etc. pero sin que la responsabilidad recaiga siempre en usted.

Este tipo de personas suelen ser más sensibles ante las necesidades ajenas que las propias, lo que les lleva en muchos casos a descuidar sus propios intereses en beneficio de los intereses ajenos. Para ellos, el ser capaces de decir no, puede ser una auténtica trampa.

Cuando se les pregunta a estas personas qué es lo que les impide negarse a los requerimientos de los demás, las respuestas suelen ser muy variadas. Hay quien alude a razones relacionadas con el sentimiento y la aceptación: “Si les digo que no me siento fatal, o quizá no me acepten o no les guste, así que siempre digo que sí”. Hay otros que lo hacen por costumbre, por la educación que han recibido:” Desde pequeño me han enseñado que decir no es de mala educación”. Y para terminar, otros muchos lo hacen por ellos mismos, para demostrar que son capaces de todo: “Me gusta hacerlo, ayuda a que mi ego aumente, y demuestro que puedo con todo”.

Estas personas tienen que aprender a establecer unos límites que les permitan descargarse de todas aquellas cosas que no les corresponden. Tienen que limitar esa tendencia que manifiestan a decir sí a todo, o casi todo, sobre todo si la carga que asumen es excesiva en tiempo y responsabilidad.

Este exceso de responsabilidad repercute tanto en su tiempo libre como en su calidad de vida. Ese tiempo extra que invierten en todos esos asuntos lo restan del que les correspondería para dedicarse a sus propios asuntos, un tiempo que necesitan como todo el mundo.

Esa tendencia que tienen a decir sí, lógicamente les lleva a decir no, en algún otro asunto, que quizá en un principio suponía una prioridad que ha sido relegada.

Con esto no quiero decir que haya que dejar de prestar nuestra ayuda a otras personas, o dedicarnos a causas que valgan la pena, sino que hay que ser capaces de organizarse, para que no nos reste demasiado tiempo a aquellas cosas que son importantes en nuestra vida.

Cuando decimos que no, no estamos rechazando a la persona, lo que estamos rechazando es esa solicitud concreta.

Para todas aquellas personas a las que les cueste un poco más decir no, voy a detallar una de las formas más adecuadas para hacerlo: sin interrumpir a su interlocutor escuche lo que le solicita. No espere a dar su respuesta, si es que no, es que no. Las justificaciones vienen después, no antes. En esta justificación trate de ser breve pero claro, y siempre haciendo referencia solamente a usted. Y para finalizar trate de ayudarle buscando alguna alternativa, cuando sea posible, alternativa que satisfaga las necesidades del otro.

Al decir que no, no tenemos que sentirnos culpables. Hay que hacerlo con firmeza y sin remordimientos, cuando se puede bien, cuando no, también.

Nunca se pueden satisfacer todas las solicitudes, así que hay que aprender a desarrollar esa capacidad para discernir en cuáles sí, y en cuáles no podemos participar y ayudar.

Y siempre con confianza y seguridad.

El hombre Light

ANÁLISIS DEL LIBRO POR CAPITULOS.
I. EL HOMBRE LIGHT.
Perfil psicológico.
Es un hombre bien informado pero con escasa educación y muy entregado al
pragmatismo y a los tópicos. Todo le interesa pero a nivel superficial.
Es un sujeto trivial, ligero, frívolo, lo acepta todo, pero carece de criterios sólidos. Todo
para él es etéreo, leve, volátil, banal, es permisivo.
Utiliza frases como " Qué más da", "Todo vale" o "las cosas han cambiado", que
demuestran el vacío que se encuentra en él, un vacío moral.
"Sufre" cambios muy rápidos que le desconciertan. Entonces se dan en la realidad unos
aspectos característicos:
Materialismo: cierto reconocimiento social por ganar mucho dinero.
Hedonismo: pasarlo bien a costa de lo que sea, muerte de los ideales, el vacío de sentido
y la búsqueda de una serie de sensaciones cada vez más nuevas y excitantes.
Permisividad: arrasa los mejores propósitos e ideales.
Revolución sin finalidad y sin programa: la ética permisiva sustituye a la moral.
Relativismo: cae en la absolutización de lo relativo, brotan así unas reglas presididas
por la subjetividad .
Consumismo: formula postmoderna de la libertad.
Surgen entonces en la sociedad las" nuevas enfermedades", que se admiten como algo
inevitable.
Rupturas conyugales.
Drogas.
Paro.
Este ser posee un pensamiento débil de convicciones sin firmeza, asepsia en sus
compromisos, indiferencia, se guía por lo que se lleva, lo que está de moda.
El ideal aséptico.
El hombre Light no corre riesgos, va con la seguridad por delante, no cree en casi nada
y sus pensamientos cambian rápidamente, es vulnerable, se siente indefenso, no hace las
cosas con pasión.
Lo que desea es poder, fama, un buen nivel de vida. Es un hombre sin vínculos,
descomprometido. Para que esto cambiase se necesitaría un sufrimiento muy grande que
le sugiriese hacer un balance personal e iniciar una andadura más digna. Debe llegar a
dos conclusiones:
GENERALES: ayudan a interpretar mejor la realidad actual, en su complejidad.
PERSONALES: que surja un ser humano más consistente, vuelto hacia los valores y
comprometido con ellos.

Si desea leer el libro completo escribame y se lo doy como regalo.

Por qué somos las mujeres tan envidiosas?

¿Por qué somos las mujeres tan envidiosas?

El mito de que la mujer es envidiosa de sus iguales, no deja de ser una característica fomentada desde hace años y que muchas veces poco tiene que ver con la realidad.

Por supuesto existirán casos así de manera patológica, lo que no implica que sea una característica generalizada en toda mujer.
De hecho depende mucho del ambiente en el que se produce para que aumente y se mantenga.

Competitividad
En ambientes poco competitivos se dará mucho menos que en ambientes en los que se fomente la individualidad y los logros personales.
En ambientes laborales conflictivos o en familias muy competidoras es fácil que aparezcan estos factores de envidia sobre todo en personas muy cercanas entre si.
Esto es debido a que la envidia se basa en dos componentes:
- Uno es el deseo por tener algo que el otro tiene
- Y el segundo es la comparación que realizamos con la otra persona, al no tener algo que ella tiene, nos comparamos para mal y salimos perdiendo, esto nos provoca frustración y rabia hacia la persona en cuestión, la que no entiende nada de lo que pasa.



Siempre es un sentimiento negativo
La envidia siempre es un sentimiento negativo, aunque a veces pensemos que nos ayudará a superarnos a nosotros mismos, realmente es un sentimiento insano que se proyecta en los demás y que nos incapacita para conseguir nuestras propias metas.
Verdaderamente alguien que sufre de envidia sufrirá por los logros de los demás y se alegrará por sus fracasos, sin embargo, se mantendrá pasivo ante sus necesidades y no dedicará esfuerzo para superarse a sí mismo, se fijará en los demás para quejarse de su mala suerte pero no actuará en consecuencia.

La envidia se fomenta desde la infancia
Realmente la envidia se fomenta desde la infancia, el niño que se siente mal en su entorno intentará por todos los medios conseguir lo que desea, si no existe un adulto que le canalice la ansiedad ante sus deseos no cumplidos y le explique que no todo se puede tener en la vida y que algunas situaciones resultan frustrantes.
El niño generará una personalidad bastante ansiosa y envidiosa puesto que nadie le enseño a valorar sus virtudes y a centrarse en sus objetivos y no en los de los demás.

Cuando aparece competición entre dos mujeres que quieren ganar, es cuando se da una batalla campal
Deseo de ser valoradas
En ambientes competitivos en los que se valoran los logros más que a la persona, es fácil que se den situaciones de envidia, además cuando son mujeres las implicadas, el problema se incrementa debido probablemente al deseo de ser valoradas y aceptadas socialmente.
Hay que tener en cuenta que la mujer ha tenido que luchar durante muchos años para conseguir determinados privilegios que para los varones venían dados de antemano.
Esta lucha nos ha hecho más competitivas y lo extrapolamos a toda la población. Somos competidoras con nosotras mismas y con los varones. Cuando aparece competición entre dos mujeres que quieren ganar, es cuando se da una batalla campal. De ahí la mala fama que tenemos.



Hay que ser humilde y no sentir rencor
El componente principal de un envidioso es su deseo de destacar y su comparación con otras personas. Realmente no se va a centrar en sus posibilidades y en las opciones que tiene para conseguirlo y va a dedicar su tiempo a tirar por tierra los logros de los demás.
Si no confiamos en nosotros mismos, ¿cómo queremos mejorar? Es importante que determines cuál es tu objetivo a conseguir, ya sea a nivel laboral, conyugal, social..., y te centres en las acciones que vas a llevar a cabo para conseguirle, así no tendrás tiempo de compararte con otros y de criticarles.
Dedica todo tu tiempo a cubrir tus necesidades y tus expectativas, te sentirás recompensado y más positivo respecto a los demás. Te costará esfuerzo conseguirlo, pero así podrás valorar lo que ha necesitado tu competidor para conseguir su meta. Si transformas tu envidia en fuerza para luchar, podrás aprovecharte de los métodos de los demás para conseguir tus metas y poner en prácticas cosas que a ti no se te hubieran ocurrido. Para ello necesitas ser humilde y no sentir rencor hacia el otro, míralo como alguien que te puede ayudar y no como a un competidor.

Tienes que aprender a valorar tus éxitos como lo que son, fruto de tus virtudes y tus cualidades y a reflexionar sobre tus fracasos
Aprender a valorar los éxitos propios
Un aspecto importante para erradicar la envidia es aprender a afrontar el éxito y el fracaso. La envidia aparece cuando comparas el éxito o el fracaso con el que obtienen otras personas que tu consideras como iguales.
Es importante que aprendas a valorar las cosas tal y como son, es decir, sin infravalorar ni sobredimensionar. Esta tendencia te puede traer complicaciones, ya que vas a infravalorar los éxitos de otros y a sobredimensionar sus fracasos, todo esto lo harás con el animo de cubrir tus propios resultados que a menudo son inferiores.
Tienes que aprender a valorar tus éxitos como lo que son, fruto de tus virtudes y tus cualidades y a reflexionar sobre tus fracasos, buscando los posibles errores cometidos y teniéndolos en cuenta para otra ocasión.
Conviene que aprendas a definir los fracasos como dificultades a resolver, analizando qué puedes cambiar para mejorar los resultados obtenidos y aprendiendo a valorar cualquier progreso por pequeño que sea.



Colaborar con los demás
Otra de las formas que pueden resultar útiles a la hora de controlar la envidia que se da en grupos, es colaborar en él y dar ayuda a los demás, de esta manera podrás adquirir determinados conocimientos que te ayuden a mejorar.
Competir contra la secretaria eficiente solo te servirá para crearte mala fama y dejar de lado tu trabajo. Hazte amiga de ella y aprende, tal vez mañana puedas igualarte a ella incluso aportarle algo de tu repertorio, recuerda que tú también tienes cosas buenas.

Hay que aceptar los fracasos
Debemos tener en cuenta en qué se han basado nuestra pautas de aprendizaje de pequeños para poder transformarlas de adultos. Un ambiente en el que se han exagerado los éxitos de otros, va a ayudar a que aprendamos a sobredimensionar determinados logros como algo imposible para nosotros.
Pero es importante que aprendamos a relativizar los éxitos, sin fracasos no hay aprendizajes y no nos preparamos para fracasos posteriores. Un aprendizaje de cualquier índole está formado por éxitos y fracasos en un primer momento y sólo en etapas muy maduras aparecen éxitos más continuos en el tiempo. Hay que aceptar que hay que fracasar para después conseguir lo que queremos, nadie nace aprendido.

Fomentar la confianza en nosotros mismos y el optimismo
Cuando sentimos envidia hacia un igual es porque vivimos la situación como una amenaza para nosotros. El logro del otro es como un ataque a nuestra persona, sólo si conseguimos ponernos en su lugar, podremos darnos cuenta de que nada tiene que ver con nosotros y de que nuestros sentimientos tienen más que ver con nuestra incapacidad que con lo que el otro consiga.
Por esto es muy importante fomentar la confianza que tenemos en nosotros mismos, aprovechando cada momento del día para gratificarnos por cualquier pequeña meta conseguida.
El optimismo será otro de nuestro aliados, siendo positivos y confiando en nuestras posibilidades conseguiremos lo que sea.

Aprende a utilizar a tus competidoras
Por último aprende a utilizar a tus posibles competidoras: la chica guapísima que gusta a todos puede ayudarte a vestir mejor o a combinar mejor los zapatos, por ejemplo.
La compañera eficiente de la oficina, puede enseñarte como se organiza y sus pequeños trucos, así pondrás en práctica sus estrategias y podrás mejorar.
Con el grupo de amigos igual, la amiga más sociable o la que tiene más éxito no está en tu contra, simplemente se comporta como es, pregúntale como reaccionaría en determinadas situaciones que para ti sean conflictivas y aprende de ella.

domingo, 4 de enero de 2009

MATRIMONIO

MATRIMONIO, LA UNIÓN MÁS PROVECHOSA
[Revista Nro.85 Por Aceprensa
¿Da lo mismo el matrimonio que la mera cohabitación? ¿No hay diferencia entre crecer en una familia monoparental o ser criado por los dos padres? Muchas veces se presentan estas situaciones como meros estilos de vida alternativos, que la sociedad debe tratar por igual. Pero un buen número de investigaciones han puesto de relieve los beneficios que el matrimonio aporta a las familias y a la sociedad, lo que justifica que sea tratado como una opción social preferente. En Estados Unidos, un grupo de investigadores sociales ha sintetizado en la publicación Why Marriage Matters las conclusiones de decenas de estudios sociológicos sobre este tema. Resumimos algunas.


Why Marriage Matters intenta condensar en 21 conclusiones, apoyadas en 93 citas bibliográficas, las numerosas investigaciones científicas disponibles, para proporcionar documentación útil a los ciudadanos que participan en los debates sobre la familia, y para informar de la importancia del matrimonio en la sociedad. Los autores advierten que la sociología es una buena herramienta para esclarecer si determinados hechos sociales son ciertos, pero no siempre explica por qué son ciertos. Por eso, en muchos casos no se puede demostrar que el matrimonio sea la causa principal o única de las ventajas sociales que lo acompañan, pero sí afirmar con seguridad que el matrimonio tiene mucho que ver.

Para responder a preguntas como “¿el divorcio es la causa de la pobreza o más bien ocurre que los pobres se divorcian en mayor proporción?”, la buena sociología intenta distinguir entre relaciones causales y meras correlaciones. “De ahí que, cuando en nuestra opinión hay pruebas aplastantes de que el matrimonio ocasiona un incremento del bienestar, así lo hacemos constar. En los casos en que la relación causa-efecto no es tan clara, somos más cautos”.

El informe también recuerda que las ciencias sociales dan respuesta satisfactoria a preguntas generales (“Los elevados porcentajes de divorcio y nacimientos fuera del matrimonio, ¿influyen en la reducción general del bienestar de los hijos?”), pero no a las preguntas que se hacen las parejas (“En mis concretas circunstancias, ¿el divorcio será beneficioso o perjudicial para mis hijos?”).

A pesar de estos límites y de que en las dos últimas generaciones ha crecido mucho la aceptación social del divorcio, de la cohabitación, de las relaciones sexuales prematrimoniales y del nacimiento de hijos fuera del matrimonio, la investigación llega a una conclusión fundamental: “El matrimonio es un bien social importante, vinculado con un impresionante catálogo de consecuencias positivas tanto para los niños como para los adultos”. A continuación presentamos algunos de los datos que avalan esa tesis.

Relaciones entre padres e hijos
El matrimonio favorece las buenas relaciones entre padres e hijos. Aunque no estar casado afecta por igual a padres y madres en este sentido, los estudios señalan que las madres solteras tienen más conflictos con sus hijos, y los supervisan menos, que las casadas.

Al llegar a adultos, los hijos de parejas casadas aseguran, por regla general, disfrutar de mayor unión con sus madres que los hijos de parejas divorciadas. En un estudio sobre una muestra representativa de la población de Estados Unidos, el 30% de los jóvenes de padres divorciados afirmaban tener malas relaciones con sus madres, frente al 16% de los hijos cuyos padres seguían casados.

La relación con el padre corre un riesgo todavía mayor. El 65% de los jóvenes de padres divorciados tienen malas relaciones con ellos, mientras que si el padre sigue casado, la proporción es el 29%. En general, los niños cuyos progenitores se divorcian o no se casan ven a sus padres con menor frecuencia, y sus relaciones con ellos son menos cordiales que las existentes entre hijos y padres cuando estos están casados y mantienen el vínculo. El divorcio parece tener efectos más negativos sobre las relaciones entre padre e hijos que el proseguir un matrimonio infeliz (2).

Mayor seguridad económica
La cohabitación no es el equivalente funcional del matrimonio. En conjunto, los miembros de parejas de hecho en Estados Unidos se asemejan más a las personas solteras que a las casadas, por lo que respecta a salud física, bienestar emocional, salud mental, patrimonio e ingresos.

Algo similar se observa en los hijos de estas parejas: por su situación se parecen más a los hijos de familias monoparentales (o de padres que han vuelto a casarse después de un divorcio) que a los de padres casados y no divorciados.

El matrimonio es una especie de seguro contra la pobreza de madres e hijos. Las investigaciones han mostrado de forma sistemática que tanto el divorcio como el tener hijos fuera del matrimonio hace que madres e hijos queden más desprotegidos económicamente. La influencia de la estructura familiar sobre la situación económica es considerable, aun después de descontar los efectos de otros factores, como la raza o los antecedentes familiares.

Los cambios en la estructura familiar son una causa importante de que las personas caigan en la pobreza (si bien el descenso de los ingresos del cabeza de familia es la primera de todas). Lo que más hace subir la tasa de pobreza infantil es el aumento de familias monoparentales. Cuando los padres no se casan o el matrimonio se rompe, es más probable que los hijos sufran pobreza grave y persistente.

La mayoría de los hijos extramatrimoniales pasan al menos un año en situación de pobreza extrema (ingresos familiares por debajo de la mitad del mínimo oficial). El divorcio, además del nacimiento de hijos fuera del matrimonio, tiene parte en ello: entre una quinta y una tercera parte de las mujeres que se divorcian caen en la pobreza tras la ruptura.

Por término medio, los matrimonios crean más riqueza que las parejas de hecho o las familias monoparentales, en todos los tramos de renta. No es sólo porque los matrimonios pueden contar con dos fuentes de ingresos; también se debe a algunas de las razones que hacen a los consorcios, en general, económicamente más eficientes: economías de escala, especialización, intercambio...

Asimismo parece influir que el matrimonio fomenta la salud y la productividad, así como la acumulación de riqueza (por ejemplo, comprar una casa). Además, los casados reciben más ayudas económicas de los padres que las parejas de hecho; las madres solteras no reciben casi nunca ayuda económica de los parientes del padre.

Notas y drogas
El divorcio o la cohabitación sin vínculo de los padres tiene una repercusión negativa, importante y duradera sobre el rendimiento académico de los hijos. Los hijos de padres divorciados o no casados obtienen peores calificaciones, y presentan mayor probabilidad de repetir curso y de no terminar la enseñanza secundaria. Estos efectos se dan con independencia de la raza o los antecedentes familiares. Los hijos de divorciados alcanzan un nivel de instrucción también inferior al de los hijos de viudos o viudas. En general, los hijos de padres casados de nuevo tras un divorcio no obtienen mejores resultados que los de madre soltera.

Existe una relación entre matrimonio y tasas bajas de consumo de alcohol y drogas, tanto en adultos como en adolescentes. Los casados, hombres o mujeres, presentan tasas menores de consumo y abuso de alcohol que los solteros. Lo confirman varios estudios que han seguido la trayectoria de los sujetos durante años: los jóvenes que se casan tienden a reducir el consumo de alcohol y drogas. También los hijos de padres casados presentan tasas más bajas de consumo de drogas, con independencia de los antecedentes familiares. La proporción de adolescentes que han probado la marihuana se duplica entre los que viven en familias monoparentales o recompuestas, y se triplica en el caso de los que viven sólo con el padre. Los adolescentes cuyos padres permanecen casados son los menos inclinados a fumar o beber. Los datos obtenidos por la Encuesta Nacional de Hogares sobre Consumo de Drogas muestran que –con independencia de la edad, la raza, el sexo y los ingresos familiares– la probabilidad de consumir drogas, alcohol o tabaco es claramente inferior para los adolescentes que viven con padre y madre naturales.

¿Por qué la desintegración familiar favorece el consumo de drogas por parte de los adolescentes? Probablemente por muchos motivos, entre ellos que hay mayor tensión en la familia, que los padres vigilan menos y que se debilita la unión afectiva con los progenitores, en especial con el padre.

Matrimonio y buena salud
Las personas casadas, tanto hombres como mujeres, disfrutan en general de mejor salud que las solteras o divorciadas. Parece que los casados llevan mejor la enfermedad, vigilan más el estado de salud del otro, tienen mejor situación económica y viven de manera más sana que las personas solteras en condiciones similares.

Un análisis de datos tomados de la Encuesta de Salud y Jubilación de los Estadounidenses compara el índice de enfermedades graves y de incapacidad funcional entre 9.333 personas de 51 a 61 años, distribuidas en distintos grupos: casadas, con pareja de hecho, divorciadas, viudas y solteras. “Sin excepción –aseguran los autores–, las personas casadas presentan las tasas más bajas de morbilidad en cada una de las enfermedades, minusvalías, problemas funcionales y discapacidades”. Las diferencias que marca el estado civil con respecto a las discapacidades seguían siendo “espectaculares”, con independencia de la edad, el sexo y la raza u origen étnico.

Los hijos de divorciados presentan tasas más elevadas de trastornos psicológicos y enfermedades mentales. Por lo común, el divorcio somete a los hijos a un golpe emocional considerable e incrementa el riesgo de enfermedad mental importante. Dichos peligros para la salud mental no se desvanecen poco después del divorcio.

Al contrario, los hijos de padres divorciados siguen, en su vida adulta, expuestos a mayor riesgo de depresiones y otras enfermedades mentales: en parte, porque no llegan tan lejos en los estudios y porque presentan mayor probabilidad de divorciarse, de tener problemas conyugales y de sufrir dificultades económicas.

Parece que los efectos psicológicos del divorcio varían según la intensidad del conflicto entre los cónyuges. Cuando el conflicto matrimonial es fuerte y prolongado, el divorcio supone un alivio psicológico para los hijos.

No obstante, es necesario investigar más, pues parece que la mayoría de los divorcios tienen lugar en matrimonios con conflictos de baja intensidad. Las madres casadas presentan menores índices de depresión que las madres solteras o las que cohabitan. Un estudio realizado entre 2.300 adultos residentes en zonas urbanas concluyó que, para los padres de niños en edad preescolar, el riesgo de depresión era bastante mayor en las madres solteras que en las casadas. El matrimonio reduce el riesgo de depresión incluso en las madres menores de veinte años. En una muestra nacional de mujeres de 18-19 años con un hijo, el 41% de las solteras de raza blanca presentaban síntomas de depresión, frente al 28% de las madres casadas de raza blanca con la misma edad.

Los estudios que siguen la trayectoria de jóvenes durante años permiten saber qué les ocurre cuando se casan, se divorcian o permanecen solteros. Se comprueba que el matrimonio favorece el bienestar mental y emocional tanto de hombres como de mujeres.

El informe insiste en la depresión materna porque es, a la vez, un grave problema de salud mental para las mujeres y un grave factor de riesgo para los hijos. Además de que las madres solteras tienen mayor probabilidad de sufrir depresión, las consecuencias de la depresión materna para el bienestar de los hijos son más agudas en los hogares monoparentales, probablemente porque la madre o el padre solo tiene menos apoyo y porque los hijos tratan menos con el otro progenitor, el no deprimido.

Malos tratos
Las mujeres jóvenes deben saber que el matrimonio no es una buena estrategia para reformar a hombres violentos. Pero un amplio repertorio de investigaciones muestra que convivir con un hombre al margen del matrimonio va asociado a un riesgo mayor de sufrir malos tratos.

Un análisis de datos recopilados por la Encuesta Nacional de Familias y Hogares (2001) concluye que la probabilidad de que las discusiones acaben en violencia es tres veces mayor en las parejas de hecho (13%) que en los matrimonios (4%). La tasa de violencia doméstica también varía según la raza, la edad y la educación; pero sigue siendo mayor en las parejas de hecho aun después de descontar la influencia de esos factores. Un especialista resume así los resultados de las investigaciones: “Con independencia de la metodología, los estudios llegan a conclusiones similares: en las uniones de hecho se da más violencia que en los matrimonios”.

La selección influye poderosamente. Es menos probable que una mujer se case con un hombre violento, y es más probable que una mujer casada con un hombre violento se divorcie de él. No obstante, los expertos sugieren que también influye que los hombres casados están más integrados en la comunidad, así como la mayor dedicación mutua de los esposos.

También un niño que vive con la madre soltera, el padrastro o el compañero de la madre tiene más posibilidades de ser víctima de malos tratos. Como concluyen Martin Daly y Margo Wilson, “vivir con un padrastro o una madrastra ha resultado ser el factor más frecuente en los casos de malos tratos graves”. Según un estudio, entre los niños en edad preescolar, la probabilidad de ser víctima de abusos deshonestos es cuarenta veces mayor para los que viven con un padrastro o madrastra que para los que viven con sus dos progenitores naturales.

Al final, el informe subraya: “El matrimonio es más que una unión afectiva privada. Es también un bien social. No es para todas las personas. Tampoco todos los niños criados fuera del matrimonio salen perjudicados por ello. Pero donde los matrimonios sanos son lo más común, los niños, las mujeres y los hombres están en mejor situación que donde hay elevadas tasas de divorcio, de hijos extramatrimoniales y de matrimonios conflictivos o violentos”.